Joan Margarit – O presente e Forès

I
Manhã de verão nos campos.
E Mariona, com seu avental,
cavando no jardim, sob as rosas.
Mònica — aos doze — anda de bicicleta
na estrada para a aldeia,
e Joana e Carles — ambos com cinco — dormem.
Reluz o ar do feriado:
pela janela aberta para as árvores,
entre as folhas sopradas pela brisa,
escapa o piano das «Suites inglesas»,
e de repente sinto medo e tristeza
como se esta ordem fosse o grande bocejo
com o qual o futuro nos devora.

II
Passados trinta anos, uma vez mais
pela janela aberta ouve-se um piano
tocando as «Suites inglesas». Ela segue
cuidando de sua roseira. O ar sacode
a casa como faz em todos os verões.
Ao longe, na estrada, creio ver
a bicicleta dirigindo-se à aldeia,
enquanto suponho que os dois pequenos
estão dormindo no andar de cima, no chão.
Mas Mònica está, com seus dois filhos,
em Barcelona. Carles foi viajar.
E joana morreu.
É uma estranha combinação:
este momento — imóvel como o casco
afundado de um naufrágio —
e o outro, fugaz, violento, em minha cabeça.

III
Tento lembrar-me, mas as áreas
onde nada restou são demasiado vastas.
Um espelho vazio é a memória:
são apenas curtas e abafadas eclosões,
pois a grande e verdadeira memória
nada mais é do que a morte.
Os instantes perdidos estarão
sempre lá, construindo este jardim sem ninguém,
com a casa vazia, o sol nas janelas,
a assustada vida como um pássaro em fuga
pelo cenário do esquecimento.

Trad.: Nelson Santander

EL PRESENTE Y FORÈS

I
Mañana de verano entre los campos.
Y Mariona, con el delantal,
cavando en el jardín, bajo las rosas.
Mònica —doce años— va alejándose
por el camino al pueblo en bicicleta,
y Joana y Carles —cinco años— duermen.
Reluce el aire de las vacaciones:
por la ventana abierta hacia los árboles,
entre hojas removidas por la brisa,
se escapa el piano de las «Suites inglesas»,
y yo de pronto siento miedo y lástima
por si este orden fuese el gran bostezo
con el cual el futuro nos devora.

II
Pasados treinta años, otra vez,
por la ventana abierta se oye un piano
tocar las «Suites inglesas». Ella sigue
cuidando su rosal. El aire mece
la casa igual que el resto de veranos.
Lejos, en el camino, creo ver
la bicicleta yéndose hacia el pueblo,
mientras supongo que los dos pequeños
están durmiendo aún arriba, en el piso.
Pero Mònica está, con sus dos hijos,
en Barcelona. Carles se fue de viaje.
Y Joana murió.
Es una extraña mezcla:
este tiempo —inmóvil como el casco
hundido de un naufragio—
y otro fugaz, violento, en mi cabeza.

III
Intento recordar, pero las zonas
en las que nada queda son demasiado vastas.
Un espejo vacío es la memoria:
son sólo amortiguadas y breves eclosiones,
pues la memoria grande y verdadera
no es otra que la muerte.
Los instantes perdidos estarán
siempre allí, construyendo ese jardín sin nadie,
con la casa vacía, el sol en las ventanas,
la asustadiza vida como un pájaro en fuga
por la escenografía del olvido.

Joan Margarit – Canção de ninar

Dorme, Joana.
E que este «Loverman» — sombrio e trágico
do sax do teu irmão em Montjuïc —
possa acompanhar-te
por toda a eternidade pelos caminhos
que só a música conhece.
Dorme, Joana, dorme.
E, se possível, não te esqueças
de teus anos no ninho
que dentro de nós tu deixaste.
Envelhecer será também reter
as cores que um dia brilharam em teus olhos.
Dorme, Joana. Esta é a nossa casa,
e a tudo ilumina o teu sorriso.
És um silêncio acolhedor onde agora esperamos
abaular as pedras da dor
para que aquilo que foste seja música,
a música que preenche o nosso inverno.

Trad.: Nelson Santander

CANCIÓN DE CUNA

Duerme, Joana.
Y que este «Loverman» —oscuro y trágico
del saxo de tu hermano en Montjuïc—
te pueda acompañar
toda la eternidad por los caminos
que tan sólo la música conoce.
Duerme, Joana, duerme.
Y a poder ser no olvides
tus años en el nido
que dentro de nosotros has dejado.
Envejecer será también guardar
los colores que un día brillaron en tus ojos.
Duerme, Joana. Ésta es nuestra casa,
y todo lo ilumina tu sonrisa.
Es un silencio amable donde ahora esperamos
redondear las piedras del dolor
para que cuanto fuiste sea música,
la música que llene nuestro invierno.

Joan Margarit – Recordações militares

Ao crepúsculo, algumas centenas
de homens em formação,
silenciosos, imóveis, ouvíamos
um solo de trompete.

Além das noites
de sentinela sob a estrelada
escuridão do acampamento,
acho que do meu tempo sentirei falta
de tudo o que não se podia comprar. Das sensações
ao falar sobre a morte. E da honra.
A honra, um céu distante.

Deficiente, andavas de muletas:
nunca houve para mim garota mais linda.
Lembro-me de ti na névoa de um verão
e nas verdes colinas
onde se erguia o acampamento.
Sem ainda existir, tu já me sorrias
do crepúsculo onde um jovem soldado
escutava no toque do silêncio
a solidão de um dia como este,
ao ter-te perdido a ti, sua filha.

Agora ele ouve o solo da ambulância
que se aproxima e se afasta rua abaixo,
e vê novamente a noite
tão negra e estrelada surgindo por trás da névoa.
É o mais próximo do lugar imaginário
para onde a morte conduz e aonde
ele pode olhar para encontrar teus olhos.

Trad.: Nelson Santander

RECUERDO MILITAR

Al crepúsculo, algunos centenares
de hombres en formación,
silenciosos, inmóviles, oíamos
un solo de trompeta.

Además de las noches
de centinela bajo la estrellada
oscuridad del campamento,
pienso que de mi tiempo añoraré
cuanto no se compraba. Sensaciones
para hablar de la muerte. Y el honor.
El honor, un lejano cielo.

Deficiente, andabas con muletas:
nunca hubo para mí muchacha más hermosa.
Te recuerdo en la niebla de un verano
y en las verdes colinas
donde se levantaba el campamento.
Sin existir aún, tú ya me sonreías
desde el atardecer donde un joven soldado
escuchaba en el toque de oración
la soledad de un día como éste,
al haberte perdido a ti, su hija.

Ahora escucha el solo de ambulancia
que se acerca y se aleja por la calle,
y vuelve a ver la noche
tan negra y estrellada surgiendo tras la niebla.
Es lo más parecido al lugar imaginario
al que lleva la muerte y hacia donde
podrá mirar para encontrar tus ojos

Joan Margarit – Passageira

Na grande janela do aeroporto
um amanhecer de luz branca, entre a névoa,
se ergue diante da garota com um livro
que ela nunca chegará a ler.
Minha juventude está ali também,
naquelas páginas de papel bíblia
dos russos do século dezenove.
Um tomo grosso encadernado em couro.

Natashas e Nastenkas, silenciosas
amigas de quem aprendi
a esperar, na neve e na nevasca,
uma acolhedora sombra de amor.

Mas a menina imóvel na cadeira
de rodas sabe que não estarei lá.
Olha para cima em direção a nostálgicas
fuselagens de aviões que repousam
como gaivotas em um mar congelado.
Acolhei minha filha, minhas amigas,
pois já não tenho rosto para ela:
meu rosto é tão somente uma janela
de aeroporto iluminada por noites brancas.

Trad.: Nelson Santander

PASAJERA

En el gran ventanal del aeropuerto
un alba de luz blanca, entre la niebla,
se alza ante la muchacha con un libro
que nunca alcanzará a poder leer.
Mi juventud está también ahí,
en esas páginas de papel biblia
de los rusos del siglo diecinueve.
Un grueso tomo encuadernado en piel.

Natashas y Nastenkas, silenciosas
amigas de las cuales aprendí
a esperar, en la nieve y la ventisca,
una abrigada sombra del amor.

Pero la chica inmóvil en la silla
de ruedas sabe que no llegaré.
Levanta la mirada hacia nostálgicos
fuselajes de aviones que descansan
como gaviotas en un mar helado.
Acoged a mi hija, amigas mías,
pues ya no tengo rostro para ella:
mi rostro es tan sólo un ventanal
de aeropuerto con luz de noches blancas.

Joan Margarit – Uma fotografia pendurada na parede

Uma fotografia pendurada na parede
Xavier Miserachs

Paseo de Gracia,
o inverno em que, sob a neve,
tu e eu nos conhecemos.
Em primeiro plano, de costas para mim,
alguns transeuntes que se afastam:
talvez seja eu aquele homem com o guarda-chuva,
e talvez a mulher com um gorro
de lã sejas tu.
O fundo se desvanece
por trás dos flocos que caem,
nublando o Paseo sob as árvores:
a nave de uma branca catedral.

Agora estou na fotografia:
não se ouve nada, há carros estacionados
e enterrados até a metade das rodas.
Cruzamos solitários o Paseo congelado,
ladeados pelos plátanos e pelas ferragens negras
— quase cobertas de neve —
dos postes de luz de Gaudí.
Estamos dentro daquele mesmo inverno
em que não sabíamos
que o machado do frio já nos aguardava,
quando não haveria outro futuro
senão o amor de dois velhos por um fantasma.

Trad.: Nelson Santander

UNA FOTOGRAFÍA COLGADA EN LA PARED
Xavier Miserachs

El Paseo de Gracia,
el invierno en el que, bajo la nieve,
tú y yo nos conocimos.
En primer plano, dándome la espalda,
algunos paseantes que se alejan:
quizá soy yo ese hombre del paraguas,
y tal vez la mujer con el gorrito
de lana seas tú.
El fondo va borrándose
tras los copos que caen
anieblando el Paseo debajo de los árboles:
la nave de una blanca catedral.

Ahora estoy en la fotografía:
no se oye nada, hay coches aparcados
y sepultados hasta media rueda.
Cruzamos solos el Paseo helado,
flanqueados por los plátanos y los herrajes negros
—casi cubiertos por la nieve—
de las farolas de Gaudí.
Estamos dentro de aquel mismo invierno
en el que no sabíamos
que ya el hacha del frío nos estaba esperando,
cuando no hubiera otro porvenir
que el amor de dos viejos a un fantasma.