Na grande janela do aeroporto
um amanhecer de luz branca, entre a névoa,
se ergue diante da garota com um livro
que ela nunca chegará a ler.
Minha juventude está ali também,
naquelas páginas de papel bíblia
dos russos do século dezenove.
Um tomo grosso encadernado em couro.
Natashas e Nastenkas, silenciosas
amigas de quem aprendi
a esperar, na neve e na nevasca,
uma acolhedora sombra de amor.
Mas a menina imóvel na cadeira
de rodas sabe que não estarei lá.
Olha para cima em direção a nostálgicas
fuselagens de aviões que repousam
como gaivotas em um mar congelado.
Acolhei minha filha, minhas amigas,
pois já não tenho rosto para ela:
meu rosto é tão somente uma janela
de aeroporto iluminada por noites brancas.
Trad.: Nelson Santander
PASAJERA
En el gran ventanal del aeropuerto
un alba de luz blanca, entre la niebla,
se alza ante la muchacha con un libro
que nunca alcanzará a poder leer.
Mi juventud está también ahí,
en esas páginas de papel biblia
de los rusos del siglo diecinueve.
Un grueso tomo encuadernado en piel.
Natashas y Nastenkas, silenciosas
amigas de las cuales aprendí
a esperar, en la nieve y la ventisca,
una abrigada sombra del amor.
Pero la chica inmóvil en la silla
de ruedas sabe que no llegaré.
Levanta la mirada hacia nostálgicos
fuselajes de aviones que descansan
como gaviotas en un mar helado.
Acoged a mi hija, amigas mías,
pues ya no tengo rostro para ella:
mi rostro es tan sólo un ventanal
de aeropuerto con luz de noches blancas.