Jorge Valdés Díaz-Vélez – S.T.T.R. Sit Tibi Terra Levis

Hoje lembro os mortos da minha casa
Octavio Paz

De todos os nossos mortos, jamais esqueceremos
o primeiro. O meu habita a raiz do outono,
sob os álamos. Sua memória
me oferece uma murta enquanto se inclina
com os braços abertos de outros dias. Lembro
de sua estatura nas sombras, prestes a afastar-se
do espelho, seu rosto velado, o ornamento
das obstinadas lições de algum piano. Cruzou,
em uma tarde sem sol, a linha que une
a vida à morte. Seu corpo era a ausência
presente, o nome sem ser nomeado. Foi o primeiro
morto a morrer subitamente, e para sempre
haverá de sê-lo. O menino que fui então agora
o distingue sentado no peitoril da janela. Víamos
um barco na pureza impassível das nuvens,
e diásporas de formigas nas lieder de Schubert;
e me falava de Stevenson ou Melville, da jornada
que quis realizar quando jovem, ao fim da nostalgia
que se alçava em sua voz quando cantava. Fez
aquela única viagem naquela tarde. Até então
nunca havia perscrutado os olhos de um morto,
o eco imóvel de dois diáfanos poços,
nem os prantos dos meus, perplexos, que eram outros.

Ele foi o primeiro ausente de tantos e de ninguém,
a presença, o não-ser, a fatigada luz
exposta, o que se nomeia sob as árvores,
de repente, ao esquecermos que já não está
mais aqui sua solidão, sua frágil anedota de navios
fantasmas, de arpejos que iluminaram o sonho
daquela nossa vida. Que lhe seja leve a terra
que fecunda, seu exílio sem fim sob nossas folhas.

Trad.: Nelson Santander

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S.T.T.L. Sit Tibi Terra Levis

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa
Octavio Paz

De todos nuestros muertos jamás olvidaremos
al primero. Habita en la raíz del otoño,
debajo de los álamos, el mío. Su memoria
me ofrece un arrayán al tiempo que se inclina
con los brazos abiertos de otros días. Recuerdo
su estatura en penumbras a punto de apartarse
del espejo, su rostro velado, el abalorio
de las tercas lecciones de algún piano. Cruzó
la línea que reúne la vida con la muerte
una tarde sin sol. Su cuerpo era la ausencia
presente, lo nombrado sin nombrar. Era el muerto
primero en estar muerto de súbito, y por siempre
habrá de serlo. El niño que fui entonces ahora
lo distingue sentado en un alféizar. Veíamos
un barco en la pureza impasible de las nubes,
y diásporas de hormigas en los lieder de Schubert;
y me hablaba de Stevenson o Melville, del trayecto
que quiso hacer de joven al fin de la nostalgia
que se alzaba en su voz cuando cantaba. Hizo
aquel único viaje aquella tarde. Hasta entonces
nunca me había asomado a los ojos de un muerto,
el eco inóvil de dos diáfanos aljibes,
ni al llanto de los míos, perplejos, que eran otros.

Él fue el primer ausente de cuántos y de nadie,
la presencia, el no ser, la fatigada luz
abierta, el que se nombra debajo de los árboles
de pronto, al olvidarnos que ya no sigue aquí
su soledad, su frágil anécdota de buques
invisibles, de arpegios que alumbraron el sueño
de aquella vida nuestra. Le sea leve la tierra
que fecunda, su exilio sin fin tras nuestras hojas.

2 comentários

  1. Avatar de Jorge Valdés Díaz-Vélez Jorge Valdés Díaz-Vélez disse:

    Muchas gracias por haber traducido y publicado mis poemas en esta revista estupenda que hoy descubro.
    Cordialmente,

    Jorge Valdés Díaz-Vélez

    Curtido por 1 pessoa

    1. Avatar de Nelson Santander nsantand disse:

      Me siento honrado de recibirte aquí, en mi humilde “residencia”. Y yo soy el que agradezco por los hermosos poemas. ¡Muchas gracias!

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