Francisco Brines – Esplendor negro

Somente uma vez experimentaste aquele Esplendor negro,
e intermitentemente recordas a experiência com imprecisão,
aproximações difusas, iminências,
e assim, desde a tua juventude, arrastas frio
um invisível manto escarlate de cinzas.
E não foi necessário cegar os olhos,
pois das brancas luzes das estrelas
chegou aquele delírio, a possibilidade mais exata e singela:
em vez de Deus ou do mundo
aquele negro Esplendor,
que nem sequer é um ponto, pois não há nele espaço,
nem se pode nomear, porque não se expande.
Serenidade e Vertigem têm o mesmo valor,
pois as palavras já estão ditas desde a aurora da terra,
e as palavras são apenas a expressão de um engano.
Voltar para o centro daquilo é ir para a periferia da vida
sem conhecer a vida, um não-mundo impossível,
pois somente não ter nascido poderia aproximar-te desta experiência.
Criar a inexistência e sua totalidade
não te fez poderoso,
nem derramou teu pranto, e nada redimiste.
A mesma incompreensão ao contemplar o mundo
produziu em ti o terror daquele Esplendor negro,
e aquele desamparo ao cobrirem-te os lençóis.

Trad.: Nelson Santander

Esplendor negro

Sólo una vez pudiste conocer aquel Esplendor negro,
e intermitentemente recuerdas la experiencia con vaguedad,
aproximaciones difusas, inminencias,
y así, desde tu juventud, arrastras frío,
un invisible manto de ceniza escarlata.
Y no fue necesario cegar los ojos,
pues de las luces claras de los astros
llegó el delirio aquel, la posibilidad más exacta y sencilla:
en vez de Dios o el mundo
aquel negro Esplendor,
que ni siquiera es punto, pues no hay en él espacio,
ni se puede nombrar, porque no se dilata.
Valen igual Serenidad y Vértigo,
pues las palabras están dichas desde la noche de la tierra,
y las palabras son tan solo expresión de un engaño.
Volver al centro aquel es ir por las afueras de la vida,
sin conocer la vida, un no mundo imposible,
pues sólo el no nacer te pudiera acercar a esa experiencia.
Crear la inexistencia y su totalidad,
no te hizo poderoso,
ni derramó tu llanto, y nada redimiste.
La misma incomprensión que contemplar el mundo
te produjo el terror de aquel Esplendor negro,
y aquel desvalimiento al cubrirte las sábanas.

Francisco Brines – A realidade não permanece

Esta tarde rebelde me leva a Bath
e a ti, mas não à cidade de ruas
tranquilas, nem a quem tu deves ser hoje.
O quarto fica maior na penumbra
enquanto chove suavemente na rua.
Há, na lareira, um fogo que aquece
nossos corpos nus, e que ilumina
o vasto espaço de forma insuficiente.
És a luz que o fogo de teus cabelos
e o íntimo repouso dos lençóis merecem; sobre o tapete,
e contra o vermelho ardente, fazes teu corpo dançar.
Deitas-te ou caminhas, e conversas
subitamente séria, teu sorriso me ouve.
Como se o mundo fosse apenas um vão excesso
em nossas existências solitárias.

Agora que só em nossas vidas
existe tal mundo.
Ou encontraste, de novo, as paredes
do mesmo quarto em um país estranho?
Se contigo o acaso foi tão benigno,
extremo foi seu rigor com quem se lembra
de uma tarde tão longa em Bath,
que penetrou a noite, até as luzes quebradas
de um dia quase eterno.
Aquele quarto, que, por acaso, guarda agora
apenas a memória viva de um único habitante:
aquele que contemplou, de uma cama vazia,
a escassa realidade de um fogo extinto.

Trad.: Nelson Santander

La realidad no permanece

Esta revuelta tarde me lleva a Bath
y a ti, pero no a la ciudad de reposadas
calles, ni a quien tú debes ser en el día de hoy.
La habitación se agranda en la penumbra
mientras llueve en la calle suavemente.
Hay, en la chimenea, un fuego que calienta
nuestros cuerpos desnudos, y que alumbra
el vasto espacio con insuficiencia.
Es la luz que merecen las llamas de tu pelo
y el íntimo reposo de las sábanas; sobre la alfombra,
y contra el rojo ardiente, haces tu cuerpo danza.
Te tiendes o caminas, y conversas
con repentina seriedad, me escucha tu sonrisa.
Como si el mundo fuese sólo un exceso vano
en nuestras solas existencias.
Ahora que sólo en nuestras vidas hay
la existencia del mundo.
¿O acaso has encontrado, de nuevo, las paredes
de igual habitación en un país extraño?
Si contigo el azar fue tan benigno
extrema su rigor con quien recuerda
una tarde tan larga en Bath,
que penetró en la noche, hasta las luces rotas
de un día casi eterno.
Aquella habitación, que, acaso, guarda ahora
sólo el recuerdo vivo de un único habitante:
ese que contemplaba, desde un lecho vacío,
la escasa realidad de un destruido fuego.

Francisco Brines – Últimos dias

Na herdade ele confina a memória
e o corpo que declina. Tudo morre
sobre este mundo vivo; e a laranjeira,
e o voo do pombo, são traspassados
por um raio outonal de azul.
Acompanham-lhe os livros; as caminhadas
trazem até ele o odor de rosas abertas,
e o suave abatimento dos dias.
Ele ardeu na solidão, e agora escuta
a primavera viva dos melros.
Dias há em que foge de casa,
e no sul, próximo às águas, onde habitam
os jovens, ele se hospeda. Aprecia-lhes
a nudez, suas risadas, a ilusão
que depositam na vida. E eles tocam
nele uma estranheza, seu olhar
vivo, a abolição do entusiasmo.
A Cidade dos Jovens não dorme,
é fogo e é silêncio enquanto o hóspede
se prepara para retornar. Em sua alcova,
retomará a lenta despedida
da vida. Com rosas, e pombos,
e o único desejo que ainda o tenta:
seu próximo retorno à Cidade.
Uma noite, tenta um poema
pessoal, embora vago, como se escrito
por ele, quando jovem, pressentindo
os dias venturosos da velhice.
E é o último engano de sua vida.

Trad.: Nelson Santander

Días Finales


En la heredad recluye la memoria
y el cuerpo que declina. Todo muere
sobre este mundo vivo; y el naranjo,
y el vuelo del palomo, es traspasado
por un rayo otoñal desde el azul.
Se acompaña de libros; los paseos
llevan a él olor de abiertas rosas,
y el suave abatimiento de los días.
Ardió en la soledad, y ahora escucha
la primavera viva de los mirlos.
Algunos días huye de la casa,
y al sur, junto a las aguas, donde habitan
los jóvenes se hospeda. Agradece
su desnudez, sus risas, el engaño
que tienen de la vida. Y ellos tocan
en él una extrañeza, su mirada
viva, la abolición del entusiasmo.
La Ciudad de los Jóvenes no duerme,
es fuego y es silencio, cuando el huésped
se dispone al regreso. En su alcoba
recobrará la lenta despedida
de la vida. Con rosas, y palomos,
y el único deseo que aún le tienta:
su próximo regreso a la Ciudad.
Alguna noche intenta algún poema
personal, aunque vago, como escrito
por él, cuando era joven, presintiendo
los días venturosos de vejez.
Y es el último engaño de su vida

Francisco Brines – Discurso pagão

Achais, por acaso, que por crerdes
na imortalidade
ela vos deve ser dada?
Ela é obra da fé, do egoísmo
ou da desolação.
E, se existe, não importa não haverdes nela acreditado:
respostas ignorantes são todas humanas
se a morte interroga.

Continuai com vossos faustosos ritos, oferendas aos deuses,
ou grandes monumentos funerários,
as acolhedoras preces, vossa esperança cega.
Ou aceitai o vazio que virá,
onde nem mesmo um vento estéril soprará.
O que há de vir pertencerá a todos,
pois não há mérito em nascer
e nada justifica nossa morte.

Trad.: Nelson Santander

Alocución pagana

¿Es que, acaso, estimáis que por creer
en la inmortalidad,
os tendrá que ser dada?
Es obra de la fe, del egoísmo
o la desolación.
Y si existe, no importa no haber creído en ella:
respuestas ignorantes son todas las humanas
si a la muerte interroga.

Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes monumentos funerarios,
las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.
O aceptad el vacío que vendrá,
en donde ni siquiera soplará un viento estéril.
Lo que habrá de venir será de todos,
pues no hay merecimiento en el nacer
y nada justifica nuestra muerte.

Francisco Brines – Ardemos na floresta

Mas como conhecer, sem o olhar,
a beleza da floresta, a grandeza do mar?

A floresta estava atrás de mim; meus ouvidos
a conheciam: o farfalhar de suas folhas,
a confusão do canto de seus pássaros.
Sons que vinham de um remoto lugar.
E o mar do outro lado, golpeando
sua fronte, sem roça-la,
cobrindo-a de gotas. Era minha pele
que descobria seu frescor,
meu sonolento olfato que infundia no peito
seu aroma áspero.
Mas como conhecer, sem o olhar,
a beleza da floresta, a grandeza do mar?
Porque, no lugar do peito, não havia mais
do que uma extensa sombra.

(Mas que frio escaldante minhas pálpebras abrasa,
que luz me desvanece, que prolongado beijo
se estende até o centro da mesma sombra?)

Seu rosto era jovem,
seus lábios sorriam,
e o fogo aprisionado no seu corpo
era luz ardente.
Entramos no mar, rompemos
o céu com a fronte,
e envoltos pelas águas contemplamos
os limites da floresta,
sua extensa opacidade.
Deitados na praia, olhei para o rosto dela:
contemplava as nuvens;
e o fogo aprisionado no seu corpo
era de um sombrio resplendor.
Penetramos na floresta, e em seu limiar
detivemos nossos passos;
perdidos, atrás dos troncos, vimos o mar
escurecer.
Tinha o rosto triste,
e antes que para sempre ela envelhecesse
pus meus lábios nos dela.

Trad.: Nelson Santander

Ardimos en el bosque

¿Pero cómo saber, sin la mirada,
la hermosura del bosque, la grandeza del mar?

El bosque estaba tras de mí; lo conocían
mis oídos: el rumor de sus hojas,
la confusión del canto de sus pájaros.
Sonidos que venían de un remoto lugar.
Y el mar del otro lado, golpeando
la frente, sin rozarla,
cubriéndola de gotas. Era mi piel
quien descubría su frescura,
mi soñoliento olfato quien entraba en el pecho
su duro olor.
¿Pero cómo saber, sin la mirada,
la hermosura del bosque, la grandeza del mar?
Porque no había más, en el lugar del pecho,
que una extendida sombra.

(¿Mas qué frío candente mis párpados abrasa,
qué luz me desvanece, qué prolongado beso
llega hasta el mismo centro de la sombra?)

Joven el rostro era,
sus labios sonreían,
y el retenido fuego de su cuerpo
era quemada luz.
Entramos en el mar, rompíamos
el cielo con la frente,
y envueltos en las aguas contemplamos
las orillas del bosque,
su extensa fosquedad.
Miré, tendidos en la playa, el rostro:
contemplaba las nubes;
y el retenido fuego de su cuerpo
era un sombrío resplandor.
Penetramos el bosque, y en las lindes
detuvimos los pasos;
perdido, tras los troncos, miramos cómo el mar
oscurecía.
Tenía triste el rostro,
y antes que para siempre envejeciera
puse mis labios en los suyos.

Francisco Brines – Métodos de conhecimento

No cansaço da noite,
penetrando a mais sombria canção,
recobrei por trás de meus olhos cegos
o frágil testemunho de uma cena remota.

Recendia o mar, e a aurora era a ladra
dos céus; tornava fantasmagóricas
as luzes da casa.
Os comensais eram jovens, e fartos
e sem sede, no naufrágio do banquete,
buscavam a embriaguez
e o colorido cortejo da alegria. O vinho
desbordava das taças, corava
a acesa pele, enrubescia o solo.
Com generoso amor, à luz furiosa,
libertaram seus peitos, a carne, a palavra,
e não lhes importava depois não recordar.
Algum punhal fracassado buscava um coração.

Levantei eu também minha taça, a menor de todas,
cheia de cinzas até as bordas:
ossos articulados de falcão e arqueiro,
e ali bebi, sem sede, duas experiências mortas.

Meu coração serenou, e uma inocente criança
me cobriu a cabeça com um gorro de demente.

Fixei meus olhos lúcidos
em quem supus ter escolhido com tino mais preciso:
aquele que em um canto, dando as costas a todos,
levou aos frescos lábios
uma taça de argila com veneno.
                E brindando ao nada
se precipitou nas sombras.

Trad.: Nelson Santander

Métodos de conocimiento

En el cansancio de la noche,
penetrando la más oscura música,
he recobrado tras mis ojos ciegos
el frágil testimonio de una escena remota.

Olía el mar, y el alba era ladrona
de los cielos; tornaba fantasmales
las luces de la casa.
Los comensales eran jóvenes, y ahítos
y sin sed, en el naufragio del banquete,
buscaban la ebriedad
y el pintado cortejo de alegría. El vino
desbordaba las copas, sonrosaba
la acalorada piel, enrojecía el suelo.
En generoso amor sus pechos desataron
a la furiosa luz, la carne, la palabra,
y no les importaba después no recordar.
Algún puñal fallido buscaba un corazón.

Yo alcé también mi copa, la más leve,
hasta los bordes llena de cenizas:
huesos conjuntos de halcón y ballestero,
y allí bebí, sin sed, dos experiencias muertas.

Mi corazón se serenó, y un inocente niño
me cubrió la cabeza con gorro de demente.

Fijé mis ojos lúcidos
en quien supo escoger con tino más certero:
aquel que en un rincón, dando a todo la espalda,
llevó a sus frescos labios
una taza de barro con veneno.
                Y brindando a la nada
se apresuró en las sombras.

Francisco Brines – Deitado

Chove, e amo.
Pulsam, em alongada sombra,
duas sombras vivas, sondam o nada,
e nele se alimentam.
           São farrapos de luz,
e à sua luz se veem olhos, músculos, cabelos,
enquanto a sombra se extingue em mais sombra,
e o repouso nos lençóis
das fúrias do corpo
é a gratidão de quem há de morrer,
e sem pedir por mais vida, a vida o transborda
até negar a morte miserável,
a ferrugem dos corpos ainda vivos
e as sombras já ocas dos mortos.

Trad.: Nelson Santander

Tendido

LLueve, y amo.
Jadean, en extendida sombra,
dos sombras vivas, hozan la nada,
y en ella se alimentan.
           Son jirones de luz,
y a su luz se ven ojos, muslos, cabellos,
mientras la sombra se extingue hacia más sombra,
y el reposo en las sábanas
de las furias del cuerpo
es el agradecimiento de quien ha de morir,
y sin pedir la vida, la vida le desborda
hasta negar la muerte miserable,
la herrumbre de los cuerpos aún vivos
y las sombras ya huecas de los muertos.

Francisco Brines – Última declaração de amor

Oh Vida,
que tudo me deste.
Agora já sei que, sendo isto verdade,
nada me deste.
Mas deixa-me olhar-te ainda com amor,
mesmo que eu já não mais deseje abraçar-te.
E embora saibas que eu não te abandono
podes tu abandonar-me.

Trad.: Nelson Santander

Última declaración de amor

Oh Vida,
que todo me lo has dado.
Ahora ya sé que, siendo esto verdad,
nada me has dado.
Más déjame mirarte aún con amor,
aunque no tenga ya deseos de abrazarte.
Y aunque sepas que yo no te abandono
puedes tú abandonarme.

Francisco Brines – A Piedade do Tempo

Em que escuro recanto do tempo que morreu
vivem ainda,
a arder, aqueles coxas?

Dão luz ainda
a estes olhos tão velhos e enganados,
que voltam agora a ser o milagre que foram:
desejo de uma carne, e a alegria
do que não se nega.

A vida é o naufrágio de uma obstinada imagem
que já nunca saberemos se existiu,
pois só pertence a um lugar extinto.

Trad.: José Bento

Francisco Brines – La piedad del tiempo

¿En qué oscuro rincón del tiempo que ya ha muerto
viven aún,
ardiendo, aquellos muslos?

Le dan luz todavía
a estos ojos tan viejos y engañados,
que ahora vuelven a ser el milagro que fueron:
deseo de una carne, y la alegría
de lo que no se niega.

La vida es el naufragio de una obstinada imagen
Que ya nunca sabremos si existió,
Pues sólo pertenece a un lugar extinguido.

Francisco Brines – Aquele verão de minha juventude

E o que ficou daquele distante verão
nas costas da Grécia?
O que resta em mim do único verão de minha vida?
Se pudesse eleger, de todos em que vivi,
algum lugar, e o tempo que o ata,
sua milagrosa companhia me arrasta até lá,
onde ser feliz era a natural razão para estar vivo.

Perdura a experiência, como um quarto fechado da infância;
já não há a lembrança de dias sucessivos
nesta sucessão medíocre dos anos.
Hoje vivo esta carência,
e peço da ilusão algum resgate
que me permita ainda olhar para o mundo
com o amor necessário;
E assim saber-me digno do sonho da vida.

De tudo o que foi ventura, daquele lugar de alegria,
saqueio avaramente
sempre uma única imagem:
seus cabelos agitados pelo vento,
e o olhar fixo no mar.
Tão só esse momento indiferente.
Selada nele, a vida.

Trad.: Nelson Santander

Aquel verano de mi juventud

Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.