Nascemos da sede. Somos palmeiras
que crescem à força de perder
seus ramos. Nossos troncos são feridas,
cicatrizes que o vento e a luz dissipam,
quando o tempo, o que faz e o que passa,
ocupa o coração e dele faz um ninho
de perdas, erige
nele seu templo, sua áspera coluna.
Por isso as palmeiras são alegres
como os que sabem sofrer em solidão
e balançam-se ao ar, varrem as nuvens
e entregam em suas copas
cânticos à luz, fontes de fogo,
leques a deus, adeus a tudo.
Estremecem como testemunhas de um milagre
que só elas conhecem.
Somos como a sede das palmeiras,
e cada ferida aberta contra a luz
nos torna mais altos, mais alegres.
Nossos troncos são perdas. Trono é a
nossa dor. É ruim
sofrer, mas é preciso ter sofrido
para sentir, como em um ninho de sangue,
o assombro dos sobreviventes
gratos ao ar e explodir
de regozijo no meio do deserto.
Trad.: Nelson Santander
Palmeras
Nacemos de la sed. Somos palmeras
que van creciendo a fuerza de perder
sus ramas. Nuestros troncos son heridas,
cicatrices que el viento y la luz cierran,
cuando el tiempo, el que hace y el que pasa,
ocupa el corazón y lo hace nido
de pérdidas, erige
en él su templo, su áspera columna.
Por eso las palmeras son alegres
como los que han sabido sufrir en soledad
y se mecen al aire, barren nubes
y entregan en sus copas
salomas a la luz, fuentes de fuego,
abanicos a dios, adiós a todo.
Tiemblan como testigos de un milagro
que sólo ellas conocen.
Somos como la sed de las palmeras,
y cada herida abierta hacia la luz
nos va haciendo más altos, más alegres.
Nuestros troncos son pérdidas. Es trono
nuestro dolor. Es malo
sufrir pero es preciso haber sufrido
para sentir, como un nido en la sangre,
el asombro de los supervivientes
al aire agradecidos y estallar
de alta alegría en medio del desierto.