I
Penhascos de um cinza esverdeado,
como grandes machados pré-históricos,
mergulham na água.
Como alguém descascando frutas,
a estrada recorta suas curvas
através das velhas colinas calcinadas.
O carro estaciona próximo ao mar
e no retrovisor não estão teus olhos.
Em frente, branco, La Gambina
com seu letreiro — HOTEL — azul
no alto, no telhado, mirando o amanhã.
II
Sentada diante das ondas:
as nuvens se acumulam sobre o povoado,
mas tu estás voltada para o horizonte,
ainda sob o céu do passado,
que é o nosso melhor momento.
O mar, as pessoas, as embarcações,
tudo está se movendo
neste último cartão postal de ti.
O vento ensaia rajadas
que sopram para longe um guarda-sol.
Gotas frias de chuva sobre a pele quente
são como um conselho maternal:
que os olhos recolham a sombra do perigo
em uma praia abandonada ao vento.
III
Joana, o temporal desliza agora
sob teus pés cansados.
Vejo-te fugir: lentamente
e cruzando os olhos da chuva.
De repente, já não estás na casa nem na praia,
teus retratos sorridentes são açoitados
pelos ventos do assombro.
Durante muitos anos prendeste tuas muletas
entre os pedregulhos para chegar ao mar.
Debaixo da ponte de ferro
— dir-te-ão as andorinhas mortas —
teu amado povoado de Colera
nunca mais se transformará para os teus olhos.
Trad.: Nelson Santander
PRIMER VERANO SIN TI
I
Acantilados de un verdoso gris,
igual que grandes hachas prehistóricas,
se hunden en el agua.
Como quien pela fruta,
la carretera va recortando sus curvas
por las viejas colinas abrasadas.
El coche se detiene junto al mar
y en el retrovisor no están tus ojos.
Enfrente, blanco, La Gambina
con su letrero —HOTEL— color azul
arriba, en la azotea, mirando hacia el mañana.
II
Sentada ante las olas:
las nubes se amontonan sobre el pueblo,
pero tú estás de cara al horizonte,
debajo aún del cielo del pasado,
que es nuestro mejor tiempo.
El mar, la gente, las embarcaciones,
todo se está moviendo
en esta última postal de ti.
El viento ensaya ráfagas
que se llevan volando una sombrilla.
Gotas frías de lluvia sobre la piel caliente
son como una advertencia maternal:
que los ojos recojan la sombra del peligro
en una playa abandonada al viento.
III
Joana, el temporal resbala ahora
bajo tus pies cansados.
Te veo huir: despacio
y cruzando los ojos de la lluvia.
De pronto ya no estás ni en casa ni en la playa,
tus retratos sonrientes
los baten tramontanas del espanto.
Durante muchos años clavaste tus muletas
entre cantos rodados para llegar al mar.
Bajo el puente de hierro
—te lo dirán las golondrinas muertas—
tu amado pueblo de Colera
nunca más cambiará para tus ojos.